La Biblia muestra una cantidad enorme ministerios. Los patriarcas Dios los comisionó para que gobernaran sus casa y los Jueces dirigieron al pueblo respondiendo a necesidades específicas que se levantaron. Los Reyes y gobernadores bíblicos les tocó dirigir a un pueblo en medio de un mundo impío. Los profetas les tocó hablar de parte de Dios en momentos muy difíciles y los sacerdotes ministraban desde el altar.
El Nuevo Testamento también muestra grandiosos ministerios de Dios para su iglesia. Efesios 4 dice que Dios comisionó a unos Apóstoles, a otros Profetas, Evangelistas, Pastores y Maestros.
Romanos 12 dice que teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; si el de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría.
En 1 Corintios 12 Pablo enseña que ignoren acerca de los dones espirituales. Dice
que a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
Pero como sabemos hoy cuál es nuestro llamado, y ,más aún, cómo respondemos a él. Lo Primero es saber que todos tenemos un llamado designado por Dios aun antes de nacer.
Jeremías 1: 5 dice: Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te puse por profeta a las naciones. Antes de nacer Dios ya tenia un plan para nosotros. En el Salmos 139: 16 David dice: Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.
Hay algo en ti que te hace saber cual es el llamado de Dios para tu vida. Tus aptitudes, vocaciones y anhelos más profundos muestran destellos de lo que está escrito en el libro de Dios para tu vida. El no vivir ese plan diseñado para nosotros, nos hace vivir vidas miserables e insatisfechas.
Jeremías 20:7-9 dice: Me persuadiste, oh Señor, y quedé persuadido; fuiste más fuerte que yo y prevaleciste. He sido el hazmerreír cada día; todos se burlan de mí. Porque cada vez que hablo, grito; proclamo: ¡Violencia, destrucción! Pues la palabra del Señor ha venido a ser para mí oprobio y escarnio cada día. Pero si digo: No le recordaré ni hablaré más en su nombre, esto se convierte dentro de mí como fuego ardiente encerrado en mis huesos; hago esfuerzos por contenerlo, y no puedo.
Jeremías no puedo vivir una vida fuera de su voluntad. Prefirió hablar en nombre de Dios y cumplir con su propósito antes que seguir sus propio plan y ser un infeliz.
Solo haciendo la voluntad de Dios encontramos un verdadero gozo, deleite, satisfacción, sentido de realización, la verdadera felicidad, realización económica y verdadera plenitud de vida.
Es por esta razón que Romanos 12: 2 dice: Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, agradable y perfecto.
Solo cuando aceptamos el plan de Dios para nuestras vidas el nos confía sus sueños para que los hagamos realidad en la tierra.
2 Corintios 2:9 dice: sino como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Eso significa en el cielo hay libros escritos esperando que alguien decida entregar sus sueños a los pies de Dios y tomar los de EL. En el cielo hay negocios completos. Hay proyectos esperando un hombre o una mujer dispuestos a materializarlos. En el cielo hay familias diseñadas con propósitos extraordinarios y cuantas cosas grandiosas puedas imaginar. Solo espera personas dispuestas a rendir sus planes ante Él.
Pero…
¿Cómo puedo responder de manera eficaz a éste llamado?
Lo primero es saber que necesitamos tener al Espíritu Santo en nuestros corazones, lo que solo es posible cuando ocurre un arrepentimiento genuino.
En Juan 16: 13 Jesús dijo: Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
Cuando no sabemos qué decisión tomar, el Espíritu Santo nos muestra el camino. Nuestras buenas decisiones han sido motivadas por Él. Ni siquiera sabemos pedir como conviene, el Espíritu Santo intercede por nosotros.
El Espíritu Santo nos levanta cuando estamos cansados. El Da fuerza al que no tiene ninguna. Nos remonta como las águilas cuando sentimos que ya no podemos seguir. Cuando queremos tirar la toalla él dice, no temas, yo te ayudo, y te toma de la mano para que puedas hacer realidad el sueño de Dios para tu vida.
En muchas veces perdemos el camino. Pero el Espíritu Santo nos busca de nuevo. Muchas veces fallamos, pero el Espíritu Santo nos levanta de nuevo. Dios no se cansará hasta ver materializado su sueño en ti.
Pero de nada sirve que el Espíritu Santo haga todo esto si no somos sensibles y obedientes a la voz del Espíritu Santo. Esto implica saber que El Espíritu Santo habla a través de su Palabra y que El Espíritu Santo nos habla, alienta, motiva y dirige a través de sus siervos.
El Espíritu Santo nos guía a través oportunidades y circunstancias y El Espíritu Santo nos guiará y nos usará a medida que actuemos conforme a la exigencia de nuestro llamado.
La Biblia dice que Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. 1 Pedro 4: 11
Nuestra preocupación al ejercer el llamado de Dios debe ser siempre tomando en cuenta este consejo el Apóstol Pedro. Los que hablan, debemos hablar conforme a lo que está escrito en la Biblia y los que ministran, deben ministrar (Servir) de acuerdo al poder que Dios da. Éste es un poder dinámico, que utiliza diversas formas para alcanzar a la gente y así expandir el Reino de Dios, el sueño supremo.
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